LA FAMOSA ÍNSULA BARATARIA

Sancho Panza entrando como gobernador en la Ínsula Barataria. Jaime Pahissa, 1904

Si hoy preguntamos ¿qué es una ínsula?, la mayoría respondería que una isla, o, recordando las primeras lecciones de Geografía: «Una porción de tierra rodeada de agua por todas partes».

¿Y si lo hacemos a los primeros lectores del Quijote,a principios del siglo XVII? Muchos responderían que «trozos de tierra cercadas de aguas, como una isla».

¿Y si se lo preguntamos a Sancho Panza? Posiblemente no sabría muy bien qué contestar después de la burla de los Duques, solo que estuvo en «una ínsula llamada la Barataria» y que «diez días la goberné a pedir de boca».

El primer diccionario de la RAE, el conocido de Autoridades (1734), dice de ínsula: «es lo mismo que isla, que es como oy se dice. Usabase mucho en lo antiguo, especialmente en los libros de Caballerías. Se llama en estilo jocoso qualquier Lugar pequeño ù gobierno de poca entidad. Dicese à semejanza de la que fingió Cervantes en su Don Quixote haberse dado á Sancho Panza su Escudero». Y de isla: «Una parte de tierra rodeada enteramente de agua, en algún rio ò en el mar, donde son mas freqüentes. Analogicamente significa un conjunto de casas, cercado por todas partes de calles»

La RAE, actualmente en su diccionario, define ínsula como:

Del latín

1. Lugar pequeño o gobierno de poca entidad, a semejanza del encomendado a Sancho en el Quijote.

2. Isla (porción de tierra rodeada de agua).

Pero ¿qué espacio geográfico era realmente la famosa Ínsula Barataria?

Aunque con ese nombre aparece en la segunda parte del Quijote (1615), es al comienzo de la primera parte (1605) cuando Cervantes utiliza por primera vez la palabra ínsula. Es cuando don Quijote convence «a un labrador vecino suyo, hombre de bien —si es que este título se puede dar al que es pobre—, pero de muy poca sal en la mollera» para que le sirviese de escudero, y le persuade especialmente con una promesa: el hacerle gobernador de una ínsula que ganase en alguna de las aventuras, de las muchas que tendría.

A Sancho esta promesa no se le olvidará nunca, «y rogaba a Dios en su corazón fuese servido de darle vitoria y que en ella ganase alguna ínsula de donde le hiciese gobernador, como se lo había prometido» (Q1, 10). Él sabe el valor que tiene, aunque prediciendo el valor de la fórmula del bálsamo de Fierabrás tendría llegó a proponer a don Quijote su renuncia como gobernador de la ínsula a cambio de la «receta de ese estremado licor» (Q1, 10). Cervantes utiliza la palabra ínsula en treinta y una ocasiones en la primera parte y en más de cien en la segunda.

Para don Quijote, lo que ha prometido a su escudero es la gobernación de una isla. Y si no es posible una isla le recompensará con un reino en tierra firme.  Esto le decía don Quijote después de la aventura con el vizcaíno: «cuando faltare ínsula, ahí está el reino de Dinamarca, o el de Sobradisa, que te vendrán como anillo al dedo, y más que, por ser en tierra firme, te debes más alegrar» (Q1, 10). Y tampoco se le olvida este posible cambio de una isla por un reino en tierra firme a Sancho Panza cuando le dice a don Quijote, después de haberle golpeado con el lanzón en las espaldas por sus burlas en la aventura del batán en Sierra Morena: «que suelen los principales señores, tras una mala palabra que dicen a un criado, darle luego unas calzas; aunque no sé lo que le suelen dar tras haberle dado de palos, si ya no es que los caballeros andantes dan tras palos ínsulas, o reinos en tierra firme» (Q1, 20)

Autores aseguran que Sancho Panza no sabía lo que era una ínsula, aunque él mismo la define casi mejor que cualquier geógrafo de su tiempo. Llorando, junto a la carreta convertida en jaula, camino a casa desde la venta de Sierra Morena le decía a don Quijote: «… ¡Oh liberal sobre todos los Alejandros, pues por solos ocho meses de servicio me tenías dada la mejor ínsula que el mar ciñe y rodea!» (Q1, 52)

En la segunda parte, Sancho sigue esperando nuevas aventuras con la esperanza de su ansiada ínsula. Pero antes, por si acaso la ínsula no llega, quiere pactar un salario de escudero con don Quijote, contando incluso desde cuando le prometió por primera vez la ínsula, como diríamos hoy con efectos retroactivos, «porque en lo de la promesa de la ínsula se ha de contar desde el día que vuesa merced me la prometió hasta la presente hora en que estamos». (Q2, 28)

Los Duques aprovechan la promesa que don Quijote le había dado de regalarle  una ínsula para tramar otra burla, esta vez solo a Sancho Panza. El Duque le concede la gobernación de una villa, y aquí el lío, «que es una ínsula hecha y derecha, redonda y bien proporcionada y sobremanera fértil y abundosa, donde, si vos os sabéis dar maña, podéis con las riquezas de la tierra granjear las del Cielo. (Q2, 42). El Duque, en medio de Aragón, no tiene isla qué darle y lo encamina  «con mucho acompañamiento al lugar que para él [Sancho] había de ser ínsula.» (Q2, 44)

El lugar donde los Duques tramaron hacerle la burla era grande, «un lugar de hasta mil vecinos» unas cuatro mil personas: «Digo, pues, que con todo su acompañamiento llegó Sancho a un lugar de hasta mil vecinos, que era de los mejores que el Duque tenía. Diéronle a entender que se llamaba la ínsula Barataria, o ya porque el lugar se llamaba Baratario, o ya por el barato con que se le había dado el gobierno.» (Q2, 45). Enrique Suárez Figaredo, en sus notas a la segunda parte dice de ínsula Barataria: «isla de ganga, podría leerse. Se llamaba barato al engaño o fraude, y también a la propina que los jugadores daban a los que servían el juego, mirones e informadores». No cabe duda que el nombre dado por Cervantes a la ínsula induciría a las risas entre sus primeros lectores.

Durante el gobierno de Sancho, un paje de los Duques lleva unas cartas y presentes a la mujer de Sancho. Habiendo leído las cartas el cura y Sansón Carrasco, «admirados de lo que habían leído», se fueron con la mujer de Sancho a la cuadra de su casa donde el paje estaba dando de comer a su caballo. El bachiller le pregunta por don Quijote y Sancho, «puesto que habían leído las cartas de Sancho y de la señora Duquesa, todavía estaban confusos y no acababan de atinar qué sería aquello del gobierno de Sancho, y más de una ínsula, siendo todas o las más que hay en el mar Mediterráneo de Su Majestad. A lo que el paje respondió:

—De que el señor Sancho Panza sea gobernador no hay que dudar en ello; de que sea ínsula o no la que gobierna, en eso no me entremeto, pero basta que sea un lugar de más de mil vecinos…» (Q2, 50)

Para el bachiller y el cura una ínsula era una isla, y para el paje también, pero para seguir la burla de los Duques este sale hábilmente airoso con su comentario.

Acertamos a ver como  a Sancho le da igual haber llegado a una isla como a una villa con tal de ser su gobernador: «Y aquella tarde la pasó Sancho en hacer algunas ordenanzas tocantes al buen gobierno de la que él imaginaba ser ínsula (Q2, 51). Lo reafirma el narrador cuando al dejar Sancho la gobernación cuenta que: «Sucedió, pues, que no habiéndose alongado mucho de la ínsula del su gobierno —que él nunca se puso a averiguar si era ínsula, ciudad, villa o lugar la que gobernaba—vio que por el camino por donde él iba venían seis peregrinos con sus bordones» (Q2, 54)

Uno de estos peregrinos era Ricote, un vecino morisco de Sancho, que mantiene esta conversación con él:

—Y ¿qué oficio es el que has dejado, Sancho? —preguntó Ricote.

—He dejado de ser gobernador de una ínsula —respondió Sancho—, y tal, que a buena fee que no hallen otra como ella a tres tirones.

—Y ¿dónde está esa ínsula? —preguntó Ricote.

—¿Adónde? —respondió Sancho—. Dos leguas de aquí, y se llama la ínsula Barataria.

—Calla, Sancho —dijo Ricote—, que las ínsulas están allá dentro de la mar, que no hay ínsulas en la tierra firme.

—¿Cómo no? —replicó Sancho—. Dígote, Ricote amigo, que esta mañana me partí della, y ayer estuve en ella gobernando a mi placer, como un sagitario; pero, con todo eso, la he dejado, por parecerme oficio peligroso el de los gobernadores.

Para Cervantes y sus lectores, para don Quijote, el cura y el bachiller, para los Duques y su paje, para el morisco Ricote una ínsula era una isla, grande o pequeña. Solo en la ignorancia o codicia de Sancho pudo encajar el engaño de los Duques llevándolo a una villa en lugar de a una isla.

La famosa Ínsula Barataria ha trascendido en el tiempo como el lugar donde Sancho Panza gobernó eficazmente, como nadie lo habría hecho, durante el poco tiempo que duró la burla de los Duques.

Hay una afección de ínsula en el diccionario de la RAE actual, heredera del Diccionario de Autoridades, que propongo pueda cambiarse porque no es precisa en parte de su definición: «Lugar pequeño o gobierno de poca entidad, a semejanza del encomendado a Sancho en el Quijote». La famosa Ínsula Barataria, el lugar que gobernó Sancho Panza, no fue un «Lugar pequeño o gobierno de poca entidad» ya que este tenía «más de mil vecinos», unas cuatro mil personas, un lugar importante en el reino de Aragón a principios del siglo XVII, y en el resto de España, ¡y Sancho Panza la gobernó!

                                                          Luis Miguel Román Alhambra

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